Pompeya y Nápoles

En contra de mis hábitos turísticos relajados, el lunes de la semana pasada dedicí madrugar y visitar Pompeya y Nápoles. Aunque lo único que me había mirado era el horario de los trenes.

Nápoles está tan solo a una hora y media en tren de Roma, y desde allí se puede coger un tren el Circunvesubiano que en media hora te lleva a Pompeya. Allí coincidí con un montón de napolitanos que iban a la playa. La verdad es que parecía que había cambiado de país, la gente te hablaba en un italiano muy extraño e invadía sin miramientos el poco espacio personal del que disponía, el look de los lugareños no tenía desperdicio,
el tren debía ser de principios de siglo XX y como era infinitamente lento me dio tiempo a ver los suburbios de Nápoles en donde contrastan los rascacielos, que por cierto no me esperaba, con las casas de chapa y plásticos.

Comencé la visita a Pompeya con una audiguía que resultó ser bastante entretenida y que me permitió ir a mi aire.
Lo primero que me llamó la atención de Pompeya, a parte del Vesubio que preside todo el valle, es el empedrado de las calles, con grandes piedras volcánicas, supongo que lo habrán pensado miles de visitantes, pero poder pisar las mismas calles que construyeron los pompeyanos hace 2000 años es bastante sugerente.
Pompeya es como un pueblo abandonado, se conserva el alzado de muchas de las casas, aunque los techos están en su mayoría derrumbados.
Sin duda, con la visita a Pompeya queda clara cómo era la estructura de las casas romanas desde las más humildes hasta las de la gente rica con grandes mosaicos, pinturas, fuentes y jardines.
Lo que me resultó más curioso fueron las distintas factorías, como la fábrica de tejidos, la panadería, las tiendas, bueno y las termas también se conservan muy bien.
Después de 5 horas di por concluída la visita a Pompeya, y ya que estaba en Nápoles no quería perder la oportunidad de dar un paseo, a pesar de que la impresión de que me había causado por la mañana, y las recomendaciones de la gente no eran muy alentadoras.


Efectivamente con el mapa de la oficina de turismo inicié mi paseo por las calles "más bonitas" se supone. Nápoles tiene como una especie de encanto especial, pero de verdad que no he visto ciudad más sucia y el número de garrulos por metro cuadrado supera al de cualquier concentración tunning. Es como una ciudad sin ley, en la moto es normal ver a toda la familia y la policía al lado. Además en cada puerta ves a la gente sentada sin hacer absulutamente nada, sólo te miran con cara de pocos amigos. No sé, me sentía como en otro mundo, la impresión general fue bastante mala.

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